Había una vez una abeja a la cual le gustaba volar de noche, en el medio del rocio, le encantaba ir a contemplar una flor en particular, una flor muy especial, un liciantus tricolor.
El problema que tenia Melinda, así se llamaba la abejita, era que de noche no podía ver bien, a menudo se perdia … , realmente era muy difícil para ella llegar a ver los hermosos tonos pasteles del precioso liciantus.
Decidió dejar durante el día un caminito de polen, pero la brisa nocturna lo fue moviendo hasta hacerlo desaparecer…
“Que hare ahora ?” pensó Melinda.
Decidió pedirle ayuda a un pez amigo llamado Feliz Felipe.
Feliz Felipe nadaba feliz en su estanque de agua transparente mostrando sus rayas celestes, rosas y blancas. A Melinda todo le hacia acordar a su querida flor.
El pez le dio un montón de piedritas de colores que brillaban a la luz de la luna así que Melinda nuevamente armo un camino hasta la flor.
La solución parecía perfecta !!! … pero llegando el otoño, las hojas de los árboles caían sobre las piedritas y las nubes tapaban el brillo de la luna.
Las piedritas dejaban de verse y no había nada que Melinda pudiera hacer. Intento armar unos anteojos con un par de gotas de agua, pero fue en vano, las piedritas ya no alcanzaban a verse…
El invierno llego y un viento bien fuerte junto con varios copos de nieve arrancaron la querida flor y la llevaron volando, la flor giraba y giraba hasta que desprendiéndose del fuerte remolino fue a parar a la puerta de la colmena de Melinda.
Rápidamente Melinda puso la flor en agua y se puso a leer acerca del cuidado de estas flores, paso a paso iba aprendiendo, buscando semillas, leyendo, cada vez mas hasta que llego a tener algo que jamás hubiese podido soñar, una ventana en la colmena llena de liciantus que podia mirar todas las noches hasta quedarse dormida.
Crea tu propia página web con Webador