Había una vez una niña llamada Sofía, quien era alegre y muy inteligente. Sofía vivía en una casa con un gran jardín rodeado de árboles los cuales ocultaban un gran secreto.
Existía algo muy misterioso en el jardín de Sofía, al seguir el camino de piedras blancas, al llegar a los últimos árboles, sus pies se encontraban con los mas hermosos colores de hojas, pero la belleza no estaba dada solo por el colorido, sino que estas hojas estaban colocadas de una manera especial, armaban un cuadro. Al tiempo fueron dos cuadros, y luego tres.
Sofía era muy buena alumna y conocía algo de arte, estos paisajes naturales le hacían acordar a los más famosos cuadros de Monet y Van Gogh.
Un buen día, nuestra estudiosa niña decidió investigar quien era el autor de tan maravillosas obras.
Sofía y sus dos hermanos empezaron a turnarse para hacer guardia y espiar que ocurría en el jardín.
Un día, muy temprano, todavía amaneciendo, descubrieron el misterio!... Una pequeña hormiga llevaba las hojas y las iba dejando en determinados lugares, inicialmente se veía como un rompecabezas hasta que el cuadro quedaba terminado.
Aunque no pudiese hablar, esta pequeña hormiga estaba decidida a hacer algo trascendente.
Sofía y sus hermanos, viendo el amor que la pequeña hormiguita tenia por el arte y las ansias de crear, decidieron llevarla a vivir con ellos.
Le armaron un hormiguero especial con una puertita por donde ella podria ir y volver; lo llenaban de comida para que tuviera cuando volviese de armar los cuadros.
Cuando la familia de Sofía se fue de vacaciones a Francia, la llevaron a conocer museos. La hormiguita estaba encantada!
Le pusieron por nombre “Hormigalisa”, no poque fuera lisa, ella tenia muchas manchitas marrones, sino por su corazón artístico y el tiempo que estuvo en el Louvre viendo la Monalisa.
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